miércoles, 25 de febrero de 2015

NO CRONICA DE UNA MARATON.

Fue por el mes de mayo del 2014 que surgió fuerte la idea de viajar en familia. El leitmotiv era hacer un viaje largo, pero divertido para los tres. Nuestra primer y única opción: Disney. La excusa fue la pequeña Morelia (2), pero la realidad es que viajábamos por nosotros, Luciana (34) y quien suscribe (35).

Fue así que con mucho entusiasmo y sacapuntas, empezamos a bocetar el proyecto. Secretamente, quien les habla, tramaba un plan para despuntar su vicio. Ya sea 10k, 21k o 42k, había que urdir un plan que permita a mi mujer y a mi hija adaptarse al capricho innecesario del fondista de probar el asfalto americano. Así, la Miami Marathon 2015 (25000 corredores inscriptos), a correr el 25/01/15 fue mi elección unilateral.

Lo bueno era que el tiempo para prepararme estaba sobradamente a mi favor.

Durante meses mi único objetivo fue entrenar lo suficientemente duro como para hacerle frente a la madre de las distancias sin riesgos. No voy a delirar diciendo que entrené como en Rocky IV, pero imaginen que desde julio empecé con fondos largos, incluyendo los 42k de Bs. As. (que originalmente eran los primeros 30k).

Así, entre estaciones, finalmente llegó el día del viaje. EL 18/01 partí con un par de kilos menos (dato no menor, dado que soy mas bien "pesado"), mis zapatillas de fondo, gastadas pero puestas, mas un par muleto en el equipaje de mano, solo restaba ilusionarse por la excursión a la tierra de la fantasía de los niños, los adultos y los runners, en ese orden.

Dado que el blog es de running, voy a saltearme la alucinante e imperecedera experiencia Disney para ir de lleno a la crónica de correr una maratón en otro país distinto al de uno. 

El resultado fue que... no llegué ni a la expo. Nunca retiré mi kit, por ende, no hubo largada y, mucho menos, llegada o medalla de finisher. 

La distancia que une Orlando con Miami es de unos 350 kms. El problema no fue ni el tiempo, ni la distancia (las únicas 2 variables que conoce el corredor) sino mi pequeña hija y una indeseada faringitis, detonando en las postrimerías del viaje.

Si corrí, pero al médico y de ahí a la farmacia.

Por suerte y oponiéndome a todos los pronósticos, no me frustré. Al contrario, sentí un profundo alivio por haber podido materializar la esencia del viaje, encontrando todo lo demás como algo anecdótico. El objetivo primordial -y mas importante- que era cumplir con el viaje y terminar todos enteros (así como también importa terminar en una carrera) había sido alcanzado.

Mi idea es poder transmitirles que, mas allá de las ganas y la preparación, mas allá de la voluntad y el deseo por hacer eso que tanto nos gusta, incluso el sacrificio en vacaciones, a muchos kilómetros de distancia, nunca debemos olvidar la verdadera esencia. Nunca.

Ya habrá revancha.

Abrazo de Finisher.


PD: Casi un mes después, luego de mis mails frenéticos dónde, como un nenito chiquito lloraba por mi remera, la organización de Life Time Events me la envió al buzón de mi casa, sin costos adicionales ni extras, incluyendo mi dorsal.



martes, 21 de octubre de 2014

LA TRISTEZA DEL CORREDOR (RUNNER'S BLUE)

"Demoliendo se construye"
-Anónimo-

Alegre y desahuciado. Vigoroso. Invencible, pero al mismo tiempo inerme. Mi objetivo estaba cumplido. Todo un año de preparación volcados a poco mas de 4 horas de competencia. Mi reto personal, mi desafío, había sido finalmente alcanzado: la gran y enorme bestia de 42195 metros había sido vencida. El sentimiento que mas recuerdo es el de emoción y felicidad. Toda mi familia (uno de los tres lados del "triángulo del corredor" que habla Bob Glover) estaba allí, esperando al maratonista para felicitarlo en su bautismo. Sin embargo, en silencio, sabía que en su último "coletazo", la maratón me arrastraría con ella al abismo. Ese era su precio. El vacío, duraría casi un año.

De octubre a diciembre me propuse equilibrio. Mantener la forma para no perder aquel logro que tanto me había costado alcanzar y así poder cerrar el año calendario con gusto a victoria, exhibiendo mi novel título.

Mas allá de acompañar a mi mujer a correr sus primeros 10k en noviembre, encontré una "carrerita de 12k" dónde podría medir mi estado post maratón. Diciembre es una época de calor agobiante en Buenos Aires, ya que Argentina está en el hemisferio Sur. Si bien las competencias se organizan a primera hora de la mañana, el verano nos muestra sus primeros azotes desde temprano. La crónica de aquel desastre, acá.

Al mismo tiempo, que lidiaba con mi propio "triángulo del corredor", el sentimiento de vacío se iba profundizando. Mi némesis había quedado superado, pero había esmerilado mi visión. Estaba herido. El fuego interno se estaba apagando.

Las vacaciones de verano transcurrieron sin pena ni gloria, permitiendo algún que otro fondo muy esforzado por la playa. La arena, el mar, el sol y mi creciente "tristeza".

El running no es una obligación. Al contrario, lo tomo como una actividad placentera, de enorme satisfacción. Pero sabemos que, paradójicamente, lo sentimos un deber. "Correr o morir", nos comanda el superhumano Kilian Jornet.

Así, el mes de marzo marcó el hito. Sentí que debía buscar un nuevo objetivo, visualizarlo seriamente, enfocarme y poner proa hacia el mismo. La estrategia requería compromiso. El compromiso necesita del sacrificio. El sacrificio, nos obliga a hacer. Hacer es doblemente laborioso cuando se está sumido en la "tristeza".

Pero, de qué iba esta "tristeza". Muy bien lo describe Haruki Murakami en su ensayo "De qué hablo cuando hablo de correr".

Parece ser que cuando un fondista alcanza su objetivo, habiendo luchado y dejado todo en la batalla, el resultado produce una sensación de vacío. Haber llegado a nuestra conquista deja el solitario sabor de la victoria personal. Algo así como un "recuento de víctimas". Una meseta. El sosiego. La tristeza del corredor.

Tal era el sentimiento, que ni siquiera buscaba el espacio para poder canalizarlo en estas líneas. 

Así entendí, finalmente, que la única alternativa era olvidarme de todo lo hecho en el pasado. Vaciarlo como quien vacía la papelera de reciclaje. Reciclaje? Eso mismo! Debía enfocarme en lo concreto. Había que hacer. Si, dije hacer, no correr. Había que reciclar.

Los corredores somos outsiders. Nuestra vida social se acota, nuestro entorno sufre alteraciones y nuestros hábitos cambian. Concentré todos mis esfuerzos en correr de forma flexible, pero ajustándome a un plan integral, sin espiar el calendario de carreras. Cuando digo integral, es literal: el trabajo, la familia, la alimentación, los días de rodajes y los días de descanso. Me reciclaba de mi anterior yo.

Lentamente, empecé a sentir cómo la energía fluía. El entusiasmo recuperaba terreno sobre la tristeza. Nuevos objetivos comenzaron a cobrar forma. Se ensamblaban perfectamente, sin condicionamientos de días, horarios, calendario de carreras o imposición de "cuánto el mil" del GPS de mi cronómetro (o de la secreta competencia que mantenemos contra otros corredores).

La conclusión propia -que no necesariamente tienen por qué compartir- es que, mas allá del calendario de carreras, los tiempos personales y medallas, la única y verdadera gran conquista, está en no perder las bases. No olvidar nunca de qué esto que hacemos (y que tanto amamos hacer) no debe quedar sepultado por la tristeza. Debemos aprender a maridarlo con nuestra vida, para que con el transcurso de los años, el gusto de hacerlo sea cada vez mejor.

Abrazo de Finisher.









domingo, 4 de mayo de 2014

EL MARATÓN

"Terminar un Maratón
no es un asunto de suerte"
- Dean Karnazes -

El Maratón no se trata de correr, se trata de salvación. Pasamos tanto tiempo de nuestras vidas dudando de nosotros mismos, pensando que no somos lo suficientemente buenos o lo suficientemente fuertes, que no estamos hechos de lo que hace falta. El Maratón es una oportunidad para la redención. Oportunidad, porque el resultado es incierto. Oportunidad, porque es algo que solamente vos podes hacer que suceda.

No hay ningún tipo de suerte en terminar un Maratón, los ingredientes necesarios para completar este formidable desafío son bastante obvios: compromiso, sacrificio, caracter y determinación pura. Simple y claro.

Entonces comienzas el entrenamiento para preparar tu cuerpo para el rigor que implica correr 42 kilómetros. Te niegas a hacer compromisos débiles, dedicándote con todo el corazón hacia lo que viene, dando todo lo que tenes. Pero en el fondo sabés que El Maratón va a requerir incluso mas. En las oscuras profundidades de tu mente, una voz pesimista dice no podes. Hacés tu mejor intento para ignorarla, pero la voz no se va.

El Maratón te sacude hasta el núcleo. Deconstruye toda tu esencia, desarma todas tus barreras de protección y expone tu alma. Cuando estas mas vulnerable, El Maratón no muestra piedad alguna. El Maratón te avisa que va a lastimarte, que te va a dejar desmoralizado y derrotado, arrugado como un bulto al costado del camino. El Maratón grita que no vas a poder, "Ha!" te atormenta, "En tus sueños..."

Pero le plantas batalla, y te paras en la linea de largada, esperando nervioso que el reloj se ponga en cero. Y cuando eso sucede, agachás la cabeza y marchas hacia el abismo, cargando con la honestidad de saber si hiciste los deberes o si te salteaste alguna tarea en el camino. No hay forma de mentirse en este momento, El Maratón descubre todas tus excusas, todos los atajos, todas las transgresiones.

Todo va bien durante la primera mitad. Pero lentamente, paso a paso, el dolor se incrementa y la intensidad del desafío se amplifica. Te mantienes constante, sabiendo que no te salteas nada, que cada paso es el fruto de meses de rigurosa preparación y trabajo duro. Aún así, cada paso te drena un poco y la duda se aprovecha de eso para avanzar progresivamente en tu conciencia.

Y entonces, en el kilómetro 32, la voz empieza a gritar mas fuerte que nunca. Duele tanto que querés parar. Tenés que parar. Pero no paras. Esta vez ignoras las voces pesimistas que te dicen que no sos lo suficientemente bueno, y solo tenés oídos para la pasión en tu corazón. Este ardiente deseo te dice que sigas adelante, que sigas poniendo un pie delante del otro sin importar las consecuencias.

El coraje viene en muchas formas. Hoy vas a tener el coraje para seguir adelante y no abandonar sin importar de cuan cuesta arriba se pongan las cosas. Y vaya que si se van a empinar. En el kilómetro 40 apenas podés ver el circuito, incluso tus ojos empiezan a fallar mientras te alanceas en el borde de la inconsciencia.

De golpe, la línea de meta florece delante tuyo. Las lágrimas fluyen por tu cara al darte cuenta de que quizás lo logres. Ahora, finalmente, luego de años de tormentos le podes contestar nuevamente a esa molesta voz de la inseguridad con un contundente Oh si, claro que puedo!

Arremetes contra la línea de llegada y te liberas de esa prisión de dudas y limitaciones que te tuvieron cautivo. Aprendiste mas de vos mismo en los últimos 42 kilómetros que en todo el resto de tu vida. Te liberaste para siempre de las cadenas que te ataban. Incluso si después no podes moverte por una semana, nunca estuviste mas libre.

Te alejas de la llegada, envuelto en esa delgada manta plástica, con la cabeza apenas en alto y en estado de paz absoluta. Ese dantesco adversario que te persiguió durante toda la vida es ahora quien te libera, tu aliado mas preciado. Has lo grado lo que muy pocos alguna vez logran y lo que vos mismo pensaste nunca podrías hacer, y es el despertar mas glorioso e inolvidable que vas a tener.

Nunca vas a usar esto como distintivo, ni mostrar en público la medalla que te pusieron en el cuello, solo lo vas a llevar en tu corazón, por el resto de lo que te quede de vida. Nada ni nadie puede arrebatarte esto. Ahora sos un Maratonista.




Este texto es una traducción/adaptación de
"The Marathon", escrito por Dean Karnazes.
Publicado originalmente
en revista Runner's World el 1/5/2014,
sección "Dan's Blog".

martes, 11 de febrero de 2014

BÚSQUEDA IMPLACABLE

"But I still haven't found
what I'm looking for."
- U2 -


El runner es, en muchos aspectos, idéntico a un coleccionista: para ambos la búsqueda suele ser mucho mas interesante y divertida que los hallazgos. Por eso no sorprende que el corredor pase incontables horas investigando, indagando, leyendo, siempre en búsqueda permanente de algo.Pero claro que no todas las búsquedas son iguales.

Algunas, como encontrar las zapatillas perfectas, son búsquedas largas, complejas, arduas y probablemente infinitas (las zapatillas de running perfectas no existen, y eso lo sabemos todos); otras son mucho mas sencillas, frenéticas, prácticamente diarias, como no encontrar el monitor cardíaco cuando ya estamos listos para salir a entrenar.

Otras son búsquedas abstractas, como encontrar la iluminación mental en una sesión de cambios de ritmo, o bajar una marca para una distancia determinada en apenas unos segundos.

Pero hay una búsqueda muy particular, carente de profundidad, carente de interpretaciones, carente de espíritu, carente de valor en si misma y al mismo tiempo imprescindible. Los corredores tenemos nuestra propia versión especializada del archiconocido e infantil "¿Donde está Wally?", y se llama "¿Donde hay un centímetro cuadrado de tela seca en la remera después de un entrenamiento un día de humedad, así me seco la frente porque la transpiración me entra en los ojos?". Y mientras intentamos elongar, con la sal del sudor ardiendo en las retinas y solo a tientas, nos volvemos los mejores coleccionistas del mundo. Es una búsqueda vacía, pero la recompensa es grandiosa.


Hola Liam Neeson, nosotros también tenemos
nuestra propia "Búsqueda Implacable"



domingo, 9 de febrero de 2014

FILOSOFÍA BARATA Y ZAPATILLAS DE RUNNING

"Los artistas piensan según las palabras.
Los filósofos, según las ideas."
- Albert Camus -


Hay una profunda cuestión filosófica en el running. No solo mientras corremos nos hacemos planteos existenciales de inconmensurable profundidad, sino que además llegamos a conclusiones que podrían asustar a cualquier físico teórico y dejar sin trabajo al 90% de los psicólogos del mundo.

Por eso hoy abordaremos una cuestión filosófica profunda, que espero tomen como tarea para el hogar e intenten contestarse a ustedes mismos, que planteen en sus grupos de amigos, que pongan sobre la mesa de debate en la misa dominical, que construyan una conclusión al respecto y la defiendan como si su vida dependiera de ello.

Un planteo filosófico-existencialista por demás conocido nos plantea la siguiente situación: "Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo, ¿realmente hace ruido al caer?". Mas allá de que dicho enigma si tiene una respuesta concreta que no pienso enunciar aquí por tratarse de asuntos mas vinculados a la física y no tanto a los asuntos que este blog pretende cubrir, propongo extender el criterio de dicha hipótesis al mundo del deporte:

"Si un corredor sale a entrenar y luego
no sube el entrenamiento a GarminConnect*,
¿realmente ha entrenado?"


Queda abierto el debate, escuchamos sus opiniones.




* Aplican Strava, RunKeeper, Endomondo,
o cualquier sistema de tracking de
entrenamientos equivalente.

miércoles, 29 de enero de 2014

ADICCIÓN

"You can't do drugs! You can't do that baby.
All drugs are is just a perfect solution
to every problem you have right now."
- Louie C.K. -


¿Se siente bien, no? Esa sensación de desconexión absoluta, tan efímera como gigantesca. Esa sensación de que por un instante todo está bien y todo va a estar bien para siempre. Una vez mas ahí vienen el sudor frío en la frente, las pupilas dilatadas, la ligera fiebre mientras una vez mas las substancias adictivas recorren nuestras venas al ritmo de un cada vez mas acelerado ritmo cardíaco. El mundo se desdibuja en una mancha a nuestro alrededor, apenas si hacemos foco delante nuestro, como un caballo desbocado que no presta atención ni está interesado en lo que sucede en su periferia. Escuchamos sonidos, distantes, apagados; vemos caras, sabemos que nos miran casi con susto, pero no sabemos a quien corresponden; cruzamos infinitas líneas de colores que no sabemos exactamente que intentan separar.


Eufóricos, exultantes, imparables... pero majestuosos y livianos como el aire. ¿Así nos hace sentir esta particular droga, no? Bienvenidos al mundo de la adicción.




No pocos científicos han calificado al running como una adicción, y motivos no les faltan. Cada vez que salimos a correr un torrente de hormonas y compuestos inundan todo nuestro cuerpo. Dopamina, adrenalina y otro montón de inas menos conocidas pero no por eso menos importantes son responsables de las sensaciones de bienestar, placer, exaltación y coraje; no es casualidad que compartan familia química con la cocaína, heroína y demás amigos sintéticos. Es por eso que, acostumbrados a semejantes descargas, necesitemos cada vez con mas frecuencia nuestra dosis, ese hit que nos relaja, nos hace sentir bien, nos hace sentir como la chica mas linda de la fiesta, cuando probablemente estemos mas bien en el extremo opuesto de la escala, devaluación estética provocada sin dudas por la aleatoriedad de los cabellos, el sudor en la cara y el catálogo de aromas que desprendemos. Y como buena droga que es, el running nos pone una venda sobre los ojos para que podamos ignorar todos esos detalles para dejarnos solo lo bueno, lo deseable, lo que queremos repetir y consumir nuevamente cuanto antes.


Para algunos es todos los fines de semana. Para otros es día de por medio. Para los mas aplicados, cinco veces por semana. Para los que están en los recovecos mas oscuros de esta adicción, es todos los días. Y cada vez son mas quienes se proponen diariamente, sin excusas de clima, trabajo, familia, fiestas, accidentes aéreos, invasiones de naciones extranjeras. Es simple: se corre o se corre.



Esta práctica es denominada running streak y tiene algunas reglas mínimas: se corre todos los días, sin falta, al menos 2km. No hace falta mas que eso, solo 2km todos los días sin parar. ¿Durante cuantos días? Todo depende de cuan adicto seas y de cuanto crees que podes llevar tu adicción al límite. Hay gente que lo hace por dos semanas, otra que lo hace durante un mes, otra que lo hace durante 50, 100, 200 días... y hay gente que lleva 4 años consecutivos corriendo sin descansar un solo día.


¿Así que hoy extrañaste salir a correr? ¡Amateur! El de los running streakers es un club exigente, solo para los verdaderos junkies. ¿Así que corriste 200 días seguidos pero ayer no pudiste porque era tu casamiento? Lo lamento, el contador vuelve a cero. Que tengas feliz viaje de bodas. El mundo de las drogas es así.


No acaba ahí, la adicción impacta en toda nuestra vida social. Pronto dejamos de ver a nuestros amigos para perseguir nuestra adicción en soledad. Pasamos menos tiempo con nuestra pareja para reservarnos un momento al placer egoísta de un trote; o peor aún, los convencemos para que se unan. "Dale, una sola vez, vas a ver que te va a gustar...", y sin darse cuenta ya están deslizándose por un tobogán demasiado empinado y resbaloso como para poder subirlo nuevamente.


Como no podía ser de otra manera, impacta brutalmente en nuestra economía. Es que el dealer es muy astuto, nos desliza casi murmurando "Te puedo conseguir las ultimas New Balance... las traemos desde afuera, son exclusivas, acá no se consiguen, tengo alguien que las trafica desde el mercado negro...". Y también viene con polvos y píldoras nuevas, que prometen llevar siempre nuestra adicción a "nuevos límites". Y nos enseña nuevas formas en la que la adicción pega mas en nuestro organismo, nos enseña nuevas técnicas, métodos, formas de producir, consumir y disfrutar de la droga. Pero claro, todo producto y enseñanza tiene un precio.


Pero con las drogas también vienen los excesos y las sobredosis. Días en los que consumiste tanto que luego no podes moverte, simplemente estás ahí tirado, desenchufado del mundo, incapaz de moverte, dolorido, sin la capacidad para producir el mas mínimo impulso muscular para llevar a cabo cualquier actividad por sencilla y mínima que parezca. Claro que no le llamamos sobredosis sino que le llamamos carrera. Puede ser de 10K, 21K, 42K... es todo pura sintaxis. Lo único que queríamos era llegar al límite de cuanto podíamos consumir en el menor tiempo posible.






Si cada vez que perdes un entrenamiento, termina una carrera o te tomas un día de descanso te pones ansioso y te deprimís un poquito, te solicito que levantes la mano y te presentes, como voy a hacer a continuación.

"Mi nombre es Hugo Damián Pastor
y tengo un problema:
soy adicto al running."



jueves, 23 de enero de 2014

NO SE TERMINA HASTA QUE SE TERMINA

“Los kilómetros tienen todos los elementos del drama” 
Sir Roger Bannister

Toda carrera supone un desafío. Un objetivo, un plan, un procedimiento, un resultado. ¿Pero cómo medir éxito o fracaso?


Hace poco mas de 1 mes corrí la peor carrera de mi vida. No fue una maratón. Tampoco fue una ultramaratón. Menos, una carrera de montaña. Fueron los 12k mas duros que jamás imaginé que me iban a tocar correr.

No fue por la distancia, ni por falta de estado o preparación, ni por alguna contingencia gastrointestinal (como se mencionara en otra entrada anterior). Fueron mas de 35º C de sensación térmica, combinados con la excesiva humedad, resultando a la postre en devastación mental, desolación y ganas de renunciar. ¿Acaso había subestimado la distancia? ¿Valía la pena seguir, aunque sea arrastrándome?

A medida que la carrera transcurría, las fuerzas me abandonaban, las pulsaciones se disparaban y la incertidumbre crecía.  Mi amigo Rodolfo había -inexplicablemente- volado, siendo imposible mantener el ritmo de 5'/k propuestos para "cerrar el año con todo" (?). El estaba preparando El Cruce Tandilia y yo, digamos que yo solo venía con la entereza física y mental de haber terminado mi primer maratón. 

No me quedaban muchas excusas para seguir adelante. Estaba exhausto. Al promediar la carrera me había, literalmente, apagado. Toda mi energía estaba enfocada en no desfallecer, ya que el calor era abrasador y, para ser las 9:00 am, el sol nos regalaba lo mejor de sus UV. Era el presagio de una carrera abortada.

La carrera llegó a su final. Sin PB, la única satisfacción fue haber terminado de una vez esos duros 12k, con el impasse que me permití en la Bombonera, de caminarla de punta a punta (sirvió para reponerme mentalmente y recuperar aire), y así llegar hasta el final, sabiendo que, si bien no se pudo dar el resultado, se había dejado todo. Eso, era un éxito.

Siempre habrá revancha.